Que la novela negra es un espejo de la sociedad en la que ha sido escrita es algo sabido por todos a los aficionados al género. Si Dashiel Hammet y Raymond Chandler reflejaban, cada uno a su manera, las ambiciones y miserias de los engranajes de una sociedad capitalista en desarrollo galopante; si George Simenon se interesaba por las pequeñas ciudades de provincias en las que hombres sencillos se convertían en asesinos; y si, por hablar de un contemporáneo, Petros Markaris radiografía con saña la tambaleante Grecia que se debate entre la modernidad y el caos; ¿de qué se podría escribir en España una novela negra?
Ni siquiera es necesario abrir los periódicos para pensar en tres o cuatro temas que vendrían al pelo: los nacionalismos y sus tentáculos más sangrientos, el goteo de mujeres asesinadas por sus parejas, la inmigración clandestina y la corrupción política y sus lazos con las mafias organizadas. Quedémonos con esta última y entremos pues en los despachos de abogados y en los plenos municipales. Visitemos los solares en construcción, los bares de la jet set, donde putas y mafiosos rusos beben de la misma botella, y entremos en las mansiones cimentadas en dinero previamente blanqueado. De ese modo, nuestros pasos terminarán por conducirnos a Marbella, ciudad marcada ya para la historia y desgraciadamente por el sello de la corrupción.
Esas vísceras son las que ha diseccionado ahora Juan Madrid en "Pájaro en mano". Una novela en la que la decadencia de todo un sistema se ceba en un territorio tomado literalmente por seres que toman la ilegalidad como un derecho inalienable.
Con la Operación Malaya de fondo, las costas españolas atestadas de turistas y el Mar Mediterráneo más sucio que nunca, "Pájaro en mano" se antoja como un cóctel que entra fresquito y deja un ligero sabor ácido en la boca.
Y el rumor de las olas invitando a la siesta...
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