Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953) murió en 2003 en Barcelona por una insuficiencia hepática. El escritor había ganado el Premio Herralde y el Premio Rómulo Gallegos por "Los detectives Salvajes" y había dejado inconclusa una larguísima novela, "2666". La gloria literaria le llegó en vida, pero parece que su muerte animó todavía más los halagos de sus obras. El mexicano Jorge Volpi, por ejemplo, y toda la generación del crack mexicana lo ensalzan a la categoría de maestro por su espíritu rupturista ante la literatura oficial.
Es cierto. Bolaño se salió de la tangente a través del movimiento poético infrarealista en la realidad y del movimiento real visceralista en la ficción ("Los detectives salvajes") y debemos reconocer por tanto su valentía a la hora de intentar marcar otros derroteros para la novela.
Tanto en "Los detectives salvajes" como en "2666", Roberto Bolaño utiliza la literatura como cauce por el que se desborda una auténtica riada de personajes y ocurrencias que van dando forma a sus historias. En ambas aparece la figura del escritor desaparecido (Cesárea Tinajero en "Los detectives salvajes" y Benno Von Archimboldi en "2666") buscado por otros escritores o por profesores de literatura de diverso pelaje. ¿Debemos entender que Roberto Bolaño se pasó toda la vida buscándose a sí mismo como escritor y que quizás no tuvo tiempo de encontrarse?
Es una suposición arriesgada, ya que Bolaño tiene un estilo muy personal, pero su ironía respecto a la literatura (divertidísimo el pasaje de "Los detectives salvajes" en el que uno de los personajes tacha a todos los poetas de maricones) puede hacernos entender que quizás del primero que se ríe el autor es de sí mismo y, por tanto, de lo que está escribiendo.
Esa idea, desde luego, hace que se encuentren pasajes en sus obras desternillantes y muy lúcidos. Pero, para llegar hasta ellos, el lector ha de atravesar demasiado a menudo largos desiertos de muy escaso interés. Sólo por poner un ejemplo: la interminable sucesión de historias sobre mujeres asesinadas que trabajaban en las maquiladoras mexicanas con detalladas descripciones del estado de sus cadáveres en "2666". Es como si Bolaño no conociera el arte de la poda literaria y, como consecuencia, dejase al lector en un jardín selvático donde, para encontrar una rosa, hay que desbrozar infinidad de malas hierbas.
Se plantea un interrogante. ¿Qué nos quiere contar Bolaño en sus historias más allá de las reflexiones literarias de sus personajes y de las relaciones, más o menos interesantes, que se establecen entre sus personajes? Quizás nada o quizás todo, pero la indefinición puede llegar a aburrir al lector soberanamente.
De todos modos, leer a Roberto Bolaño no hará daño a nadie. Tiene una grandísima capacidad de fabulación y, de vez en cuando, ese potencial puede hacer pasar muy buenos ratos literarios. Pero de ahí a considerarlo como figura imprescindible de la literatura latinoamericana de los últimos tiempos va un trecho. Quizás si no hubiese muerto inesperadamente no tendría que cargar con semejante carga y hubiera tenido suficiente tiempo para encontrar a su particular Césárea Tinajero o Benno Von Archimboldi.
2 comentarios:
Cualquier señorito que quiera fungir de crítico literario debe tener en cuenta dos cosas: alejarse de sus propios efluvios sentimentales (aceptando que cada libro queda impregnado en su lector como un sentimiento mas o menos duradero) y ejercer el eruditismo con sobriedad. Ninguna de esas cosas están plasmadas en esta especie de criticastro de literatura.
...Ahora, que si está ensayando en este blog, pues está bueno.
Anonimo 1 creo que no te has enterado oportunamente del subtítulo del blog:
OPINIONES INTRASCENDENTES DE LO QUE LEO Y LO QUE ME HACEN LEER...
Al parecer el blogero no tiene en alta estima el oficio del crítico literario, oficio que, me atrevo a apuntar, se perfila hacia la extinción por culpa de la cultura de masas, entre otras razones.
Por lo demás, se agradece que haya estos inocuos intentos de análisis de un libro tan merecedor de estudio como los Detectives Salvajes.
Saludos.
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