marzo 25, 2008

Making Of



O cuando Iggy Pop descendió en el año de 2048 a Las Bardenas Reales (Navarra) para vivir una historia en la que se mezclaban dinosaurios extraterrestres, sheriffs de baja estofa con tendencias pederastas y jueces de doscientos años cuyo secreto de longevidad radicaba en elementos electrónicos adosados a su cerebro.

A muy grandes rasgos, eso es lo que nos contaba allá por 1997 "Atolladero", la ópera prima cinematográfica de Óscar Aibar (Barcelona, 1967). Una apuesta arriesgada por un género en el cine español inédito, el western futurista, que pasó desapercibida entre el gran público y ahora recibe la etiqueta de "película de culto".

Lo que sería un pena es que el making of de ese largometraje pasara igualmente desapercibido ahora que su director se ha aventurado a narrarlo de forma novelesca y divertida hasta la carcajada. "Making of" es la historia del rodaje de un novato en estas lides que no puede tener peor fortuna en su primer paso.

Un desierto en el que llueve durante cuatro días seguidos, actores adictos a la cocaína, protagonistas que mueren en el mismo rodaje y, por supuesto, productores que no tienen pasta para pagar al equipo técnico. Salpicada de anécdotas, a cada cual más jugosa, el lector se pasea por estas páginas con el mismo disfrute con el que el cinéfilo goza con la historia que Tom DiCillo nos contaba en "Vivir rodando" con un Steve Buscemi en estado de gracia.

Pero que no piense el lector de "Making of" que esta desternillante historia no hizo mella en el espíritu de Óscar Aibar. La muerte por SIDA de Félix Rotaeta, el actor y amigo del escritor - director, alimentó una serie de fantasmas en Aibar que no se disolvieron hasta pasados tres años. Tierno y trágico es el fragmento en el que se narra cómo, el mismo día de la muerte de Rotaeta, el equipo técnico lo subía arropado en mantas a la colina donde debía interpretar su otra muerte, la de la película, frente a Iggy Pop, que después quedaría fuertemente impresionado por el trágico desenlace. Tan tierno y trágico como el otro fragmento de la novela en el que Óscar Aibar describe el destino fatal que un perro escogido para una de las escenas iba a sufrir en una perrera municipal nada más terminarla.

Pero Óscar Aibar, que no es físico, sí que tiene una fórmula exacta que le permite sobrevivir a un mundo extraño. Tragedia + Tiempo = Risa. De ese modo, su literatura consigue una comicidad amable pero despiadada con el desarrollo de las cosas cotidianas y, sobre todo, es capaz de tratar con cariño e ironía a todos los inadaptados sociales a los que este hombre ha ido conociendo a lo largo de su trayectoria como guionista de tebeos, cineasta, realizador de TV o escritor. Entre otros, Perico Fernández (campeón del mundo de boxeo español arruinado y olvidado), Ibañez (el autor de Mortadelo y Filemón que un día tuvo a Aibar pendiente toda una tarde de unas zapatillas de felpa en el Corte Inglés) o Vázquez (ese otro dibujante que, según cuenta también el autor de "Making of", fue el último anarquista de España que no dudaba en entregar historietas incompletas para cobrar su dinero, matar a su padre varias veces para justificar la primera jugarreta o pedir al periodista Óscar Aibar que incluyera en la entrevista una confesión amorosa por una italiana con la que había quedado ese mismo domingo).

Nos estamos alejando de la esencia de la novela, pero hay que tener en cuenta que de esa retina memorística nace el univero que convierte a Aibar en un descreído que se ríe de su propia falta de fe. Una postura que transforma sus reflexiones en agudas y delirantes pinceladas del mundo extraño que nos rodea. Un mundo mucho más extraño que el que nos propuso en películas como "Atolladero" o "Platillos volantes".

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