abril 01, 2008

Últimas sesiones con Marilyn



El cine inmortalizó a Marilyn Monroe y mató a Norma Jean Baker. El cine, el psicoanálisis, sus relaciones matrimoniales, una infancia triste, las drogas... ¿Suicidio entonces o suicidio inducido? No es esa la pregunta a la que quiere dar respuesta Michel Schneider (1944) en esta novela, pero sí que parte de ese punto para hablar de quien encontró el cadáver del mito y lo vió por última vez vivo: Ralph Greenson.

Ralph Greenson fue el último psicoanalista de la rubia actriz. A él le dirigió Marilyn varias cintas magnetofónicas en las que descargaba sus obsesiones, su malestar existencial, sus dudas, y de ellas parte una historia que camina entre la realidad de personajes, fechas y lugares de la acción y la propia imaginación del autor. Es sólo un síntoma de la extraña e íntima relación que se estableció entre dos personas aparentemente distintas, radicalmente opuestas. Marilyn es una niña que tiene su propio Rosebud, un piano blanco de su infancia, y Ralph Greenson un freudiano sesudo y poco agraciado adoptando el papel de padre, implicándose hasta el tuétano en la recuperación de su famosa cliente. ¿Pero por qué Ralph Greenson se involucró en este caso hasta el extremo de abrir las puertas de su familia a Marilyn Monroe si ya era el reputado psicoanalista de estrellas como Frank Sinatra, Jack Lemmon o Vivian Leigh? Flechazo o compasión, lo cierto es que Greenson decidió tratar a Norma Jean Baker y no a Marilyn Monroe, aunque tal tratamiento supusiera saltarse sus propios códigos deontológicos.

Por otro lado, hay que entender que, si bien Marilyn Monroe se convirtió en una adicta a los divanes, entre 1950 y 1965 el psicoanálisis fue en Hollywood lo que ahora es el budismo o la cienciología entre Tom Cruise, Richard Gere, John Travolta y fauna de ese pelaje. Un camino de conocimiento interior para personas que no parecen de este planeta. Por eso probablemente Marilyn Monroe comienza a interesarse por la obra de Sigmund Freud con tan sólo 20 años. Porque desea encontrar el bálsamo a las heridas en esas teorías de nuevo cuño que, sin embargo, en aquellos momentos, son todavía una ciencia en pañales, casi contraproducente para enfermos que, a día de hoy, obtienen resultados infinitamente mejores a sus problemas gracias al avance de esta medicina del alma. La pregunta asalta de inmediato al lector: ¿Si Marilyn Monroe hubiese sido atendida por la psiquiatría actual, hubiese corrido mejor suerte?

Elucubraciones aparte, lo que uno descubre al leer este libro es lo inevitable e interesado que fue el matrimonio entre cine y psicoanálisis por aquellos años. La interpretación de los sueños se convirtió en la materia prima de la fábrica de sueños. Ésta, en el laboratorio de los líderes espirituales. Porque en aquella época, el psiconalista se erigía en ocasiones en conductor de la propia vida de sus pacientes, recomendándoles amistades, rodajes, matrimonios, drogas de dudosa eficacia y demás. Así pues, sólo cabe concluir que Marilyn Monroe no fue nada más que víctima de su propio tiempo y circunstancias.

El mito siempre termina por cobrar vida propia antes o después. Decía Marilyn que sus amantes se acostaban con Marilyn Monroe y se despertaban con Norma Jean Baker. Es decir, poseían al mito, satisfacían el sueño y la vanidad, y despreciaban al ser humano que lo sostenía. Una situación insoportable para esa mujer, débil, humana, demasiado humana o tan humana como todos. Un desdoblamiento cruel cuya tiranía, además, quizás sólo podía destrozarse de una manera: matando al mito. Imagino a Norma Jean Baker tiñéndose el pelo con agua oxígenada frente al espejo. Viendo aparecer de nuevo al monstruo que todo le había dado y todo le quitaba. Estudiando el arma más eficaz para su destrucción. Alimentando sus ansias de asesinarlo y liberarse de su yugo. Deseando morir más que vivir.

Ralph Greenson iba a marchar a Europa a pronunciar una serie de conferencias en el peor momento para Norma Jean Baker. Cuando quizás había tomado la decisión más drástica tras atormentarse con lo que ella, quién sabe, tomaba por un nuevo abandono. Esta vez sí, el definitivo, el que se cumplió el 4 de Agosto de 1962.