marzo 25, 2008

Nadie me mata



Un alma que transita de un cuerpo a otro mientras interpreta paso por paso en cada uno de ellos el papel que se le ha otorgado en una película . Una ciudad decadente y atravesada por los zarpazos del terrorismo y de una pandemia desconocida. Amor, heroísmo, traición, decepciones vitales, deseo y pasión.

Podrían ser esas claves el argumento de un thriller psicológico, pero lo son de la última novela de Javier Azpeitia (Madrid, 1962). No hay respiro en este juego del destino. Mientras los dados del azar nos indican las casillas que hemos de ir ocupando camino del idílico final, todo nos resulta extrañamente familiar. Avanzamos sin pasado ni recuerdos, porque estamos atrapados en los demás. Sin embargo, nos comportamos tal y como lo harían ese hombre, esa mujer, esa niña. Así pues, ¿somos dueños de nuestras propias decisiones? Parece ser que no, que los griegos tenían razón y que las hilanderas siguen tejiendo el Destino de los hombres con independencia del alma que gobierne sus cuerpos. De ese modo, nuestro yo no es más que una ficción; nuestras decisiones, un espejismo de la voluntad; nuestros sentimientos, una construcción onírica para soportar el inevitable sinsentido de la existencia. ¿Dónde agarrarse entonces?

De lectura agradable, esta ficción filosófica atrapa sin necesidad de grandes y pomposas reflexiones. Prima la acción, el movimiento de la vida dictado por Lo Desconocido.

¿Habrá sido escrita esta reseña mucho antes de que yo crea haberla escrito por primera vez?

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